Escúchame Mamá: yo nunca hablé contigo, quizás jamás lo haremos, pero hoy he sentido saludarte. ¿Cómo estás?... Te he notado muy inquieta y sé que ya has decidido separarte de mi, he llorado mucho, pues aunque tú sabes, me han dicho que la vida es muy bella, aunque tú vivas maldiciendo la tuya.
Ante de que tú me dejes, quería preguntarte algo... ¿Por qué te avergonzaste de mi? ¿Por qué te empeñaste tanto en que tu y yo nos separáramos?... Entonces fui yo el motivo de tus lágrimas, de tu ira y de que tu cara se sonroje frrente a tus amigos, a tus amigas...
Acaso no soy yo tu hijo, acaso no soy yo tu sangre, cuerpo de tu cuerpo y alma de tu alma; porque aunque muy pronto mi corazoncito dejará de latir, siempre seguiré viviendo en tu recuerdo y en tu conciencia. Me hubiera gustado llegar a ser, pero tú no quisiste, pero tú no quisiste a tu hijo, tu amigo, tu compañero, aquel motivo de que tus sueños o ese aire de tu vida.
Después de esto no tengo mucho que decirte, tan sólo que... ya me había encariñado contigo Mamá, pero es triste y ha llegado el momento; ahora sólo deja que apoye mis labios sobre lo más profundo de tus entrañas para que jamás te puedas desprender de este beso y de este adíos... pues aunque no llegamos a ser nunca muy amigos, aunque vi tu rostro ní jamás lo veré, siempre te seguiré llamando... Mamita
Después de esto no tengo mucho que decirte, tan sólo que... ya me había encariñado contigo Mamá, pero es triste y ha llegado el momento; ahora sólo deja que apoye mis labios sobre lo más profundo de tus entrañas para que jamás te puedas desprender de este beso y de este adíos... pues aunque no llegamos a ser nunca muy amigos, aunque vi tu rostro ní jamás lo veré, siempre te seguiré llamando... Mamita
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